Texto y fotos: Pepe Treviño
En el romántico y ñoño pueblo de Charlevoix, en la región de Quebec, Canadá, existe un spot histórico para los amantes de la fiesta sin límite, se trata del tugurio Maison du Bootlegger, un auténtico speakeasy que abrió sus puertas en 1860 para saciar la sed de los pendencieros campiranos, hasta 1933, cuando la iglesia católica implementó la Ley de Prohibición.
Como todo lugar que congrega a los herejes la taberna continuó vendiendo bebidas alcohólicas de manera ilegal, tal y como debe ser un santuario underground de la gula etílica, hasta el día de hoy, convirtiéndose en una atracción turística.
Y es que Maison du Bootlegger hace que las noches se enciendan mediante buenos tragos, rock en vivo y un BBQ que se le pone al tú por tú a cualquier texano.
Para vivir la experiencia hay que hacer una obligada reservación y, desde luego, ni se te ocurra llevar auto porque la experiencia etílica será memorable.

Para comenzar te recomendamos conocer su historia mediante un tour guiado por las laberínticas instalaciones que fueron utilizadas para esconder el alcohol y a la misma bola de borrachos que lo frecuentaban.
La acción está en el salón -reservación obligada-, el comedor donde sirven un delicioso BBQ, cortes asados con carbón de madera de arce en un clásico PIT -te recomendamos el corte King cut rib eye, es una pasada, son casi 600 gramos de carne, acompañado por una papa al horno-, cocteles con nombres relacionados con la clandestinidad y una buena lista de cerveza local, todo servido en mesas comunales para que convivas entre borrachos desconocidos.
El steak house es instagrameable, hay rarezas en todas partes, como pinturas, fotografías, letreros relacionados con la prohibición y portadas de discos que cuelgan del techo.
Pero la hora más esperada cuando la banda de rock & roll The Bootlegger House Band comienza a tocar, justo cuando las meseras comienzan a repartir pelucas y sombreros extravagantes, invitando que los comensales se comporten como un sediento e irreverente granjero del siglo XIX, tal y como lo hizo el rey del rock, Elvis Presley, durante su visita.
El club hoy es propiedad de Johanne Brassard, una mujer que siempre esta presente, como si recordara sus mejores momentos allá por los años 60, cuando las fiestas sin límite eran la norma de etiqueta.
Si se te pasan los tragos considera el hotel The Bootlegger´s Rectory. O también el servicio de transporte para que no manejes y te puedas pongas hasta las manitas.
EN LA RED
www.maisondubootlegger.com