Por Pepe Treviño
El Hotel Chelsea es un símbolo de contracultura. Un ícono neoyorkino, un legado artístico.
Fue habitado por Oscar Wilde, Jimi Hendrix y Andy Warhol, entre otros artistas, quienes han interactuado en cada rincón de esta propiedad, donde sus habitaciones han sido testigos de algunos de los momentos culturales más decisivos del siglo XX.
Aquí, exploramos las historias sensacionales que se esconden en sus paredes.
NOCHES BOHEMIAS

Cuando el Chelsea abrió sus puertas en 1884, esta estructura gótica victoriana era uno de los edificios más altos de Nueva York. Fue diseñado por el arquitecto Philip Hubert como una comuna socialista donde los inquilinos podían ahorrar dinero dividiendo los gastos de mantenimiento. Los apartamentos estaban reservados para los obreros que trabajaban en la Gran Manazan, mientras que la planta superior estaba ocupada por estudios de artistas. Incluso se construyeron paredes insonorizadas de 90 cm de espesor para que los músicos pudieran convivir con los escritores.
Tras la depresión económica de 1905, el Chelsea se convirtió en hotel, pero se mantuvo el propósito original, impulsado por la comunidad y la polinización creativa de los artistas.
El gerente del hotel, Stanley Bard, permitió a los inquilinos con dificultades económicas pagar el alquiler en forma de arte o vivir sin pagarlo a cambio de un trabajo futuro.
“Me quedé despierto durante días en el Hotel Chelsea. Escribiendo para ti, dama de ojos tristes de las tierras bajas”.
Bob Dylan, ‘Sara’, 1976.
ENCUENTROS ICÓNICOS

Los precios de las habitaciones se desplomaron tras la Segunda Guerra Mundial y pronto atrajeron a artistas como Jackson Pollock y Dylan Thomas, quienes se encontraban en la ruina y buscaban un lugar donde vivir. El Chelsea fomentó un sentido de comunidad entre sus residentes a pesar de la transitoriedad de la vida hotelera.
Para la década de 1950 el predio se había convertido en un centro de vanguardia, donde se disfrutaba de la libertad creativa y el desenfreno. Fue allí donde Jack Kerouac escribió On The Road, Bob Dylan compuso su álbum Blonde on Blonde y Andy Warhol filmó escenas para Chelsea Girls.

Patti Smith fotografiada en un balcón del Hotel Chelsea, 1971.
“Las paredes susurran historias de amor, locura y arte”.
Michael McClure, ‘Chelsea’, 1969.
Los encuentros en el hotel fueron brillantes y cada uno contribuyó a su legendario estatus. Patti Smith y Robert Mapplethorpe, entonces artistas desconocidos, se mudaron allí en 1969. En sus memorias, “Just Kids”, Patti escribió: “Me encantaba este lugar, su elegancia descuidada y la historia que atesoraba con tanta fuerza… Tantos seres humanos habían escrito, conversado y convulsionado en estas habitaciones victorianas como casas de muñecas. Tantas almas fugaces se habían casado, dejado huella y sucumbido aquí”.
Sin embargo, al ser el arte la moneda de cambio más popular, la entrada de dinero era escasa y el hotel se fue deteriorando poco a poco. El dramaturgo Arthur Miller, quien se mudó tras divorciarse de Marilyn Monroe en 1960, recordó la “magnitud descolorida y las alfombras destrozadas”. En su novela semiautobiográfica “El almuerzo desnudo”, William S. Burroughs escribió que “las paredes parecían sudar” y describió el edificio como un “laberinto de pesadilla” que estaba “a la vez decadente y vivo”.

CAPÍTULOS MÁS OSCUROS
Una serie de sucesos trágicos impulsaron la mitología del Chelsea. En 1953, el poeta Dylan Thomas cayó en coma en la habitación 205 y posteriormente falleció en el hospital tras haber consumido presuntamente 18 whiskies solos. Dos décadas después, el bajista de los Sex Pistols, Sid Vicious, presuntamente apuñaló mortalmente a su novia, Nancy Spungen, en la habitación 100. Fue arrestado y acusado de asesinato, pero murió de una sobredosis de heroína antes de que se resolviera el caso. Andy Warhol escribió en una entrada de su diario: «La policía acaba de arrestar a Sid Vicious… Dejan entrar a cualquiera; ese hotel es peligroso; parece que matan a alguien allí una vez por semana».
Sin embargo, este drama solo intensificó la mística del Chelsea y enfatizó su dualidad como lugar de majestuosidad y miseria, creatividad y agitación. Esto se refleja en el recuerdo del hotel del escritor Ed Hamilton: «Me encantó de inmediato porque era mi idea de un paraíso bohemio. La gente dejaba las puertas abiertas; te invitaban a pasar a tomar una copa de vino. Tenía una energía vital. Al mismo tiempo, daba un poco de miedo porque, además de artistas y escritores, había un montón de personajes locos, esquizofrénicos y drogadictos».

LEYENDAS DEL ROCK Y LOS SUBTERRÁNEOS
Hay muchas leyendas. Como la que señala que Leonard Cohen se encontró con Janis Joplin en el ascensor y le preguntó si estaba buscando a alguien, a lo que ella respondió: “Sí, estoy buscando a Kris Kristofferson”. Y Cohen repuso: “Pequeña, estás de suerte, soy Kris Kristofferson”. Joplin se carcajeó y posteriormente los dos pasaron la noche juntos en la habitación 415. Cohen grabaría más tarde “Chelsea Hotel No. 2”, pieza en la que se refirió a su “cama sin hacer” después de haber tenido relaciones sexuales con Joplin.
Las historias del rock continuarían. En 1965 Bob Dylan alquiló una habitación para estar cerca de la mujer con la que pronto se casaría en secreto: Sara Lownds. Fue allí donde escribió canciones para su álbum Blonde on Blonde y pasó una noche desmayado mientras sus compañeros de bebida Brian Jones, Mick Jagger y otros músicos festejaban el amor por la vida hasta el amanecer.
Fue hasta 1966 cuando Andy Warhol elevó la categoría del Chelsea a sitio emblemático en la escena artística de Nueva York, tras incluirlo en su película Chelsea Girls. Es lo más cerca que alguna vez estuvo Warhol del cine narrativo. Hoy esta obra es vista como un documento antropológico sobre la legendaria escena underground que se respiraba en esa época en la Gran Manzana. El proyecto fue impulsado por Jonas Mekas, quien consiguió que Warhol se sumergiera en este hotel de la bohemia de Manhattan para grabar 12 “momentos”. Y lo hizo narrativamente, como si espiara por el ojo de la cerradura, llevando hasta sus límites la concepción del cine como acto voyerista.

DEL PASADO AL PRESENTE
En 2011, la historia del Chelsea dio un giro inesperado. Tras una renovación de una década llena de problemas legales, reabrió sus puertas como hotel boutique de lujo en 2022. La icónica escalera de hierro forjado se conserva, al igual que muchas de las pinturas creadas por antiguos huéspedes. Desde el documental producido por Scorsese “Dreaming Walls: Inside the Chelsea Hotel” hasta el álbum “The Tortured Poets Department” de Taylor Swift, el legado del hotel sigue siendo tan cautivador como siempre.
El impacto del Chelsea en la contracultura del siglo XX es asombroso, inspiró y sostuvo a generaciones de visionarios. Entre sus paredes se desataron la agitación y la tragedia, al igual que la grandeza creativa: Sir Arthur C. Clarke escribió 2001: Una odisea del espacio en una sala, mientras que Mark Rothko concibió sus seminales pinturas de campos de color en otra.
Con todo esto, el Hotel Chelsea quedó como leyenda, como un espacio catalizador de la creatividad, fue el escenario perfecto para la última colección de Cutler and Gross X The Great Frog. Incluso Debbie Harry fue la imagen de la campaña, regresando su esencia a los pasillos cargados de historia que frecuentaba en los años 80.
“Era en lugares como estos donde nos sentíamos vivos, donde las reglas del mundo exterior no se aplicaban”.
Jack Kerouac, ‘En el camino’, 1951

Debbie Harry fotografiada en el Hotel Chelsea luciendo las nuevas gafas de sol Medusa de edición limitada.
Música “Heart of Glass” de Blondie y Philip Glass. Copyright © – Blondie Music, Inc. Composición: Chris Stein, Debbie Harry, Philip Glass